2 de abril de 2009

Capítulo cuarto .Hundida.



Dejé el trabajo, perdí toda relación con el exterior y poco a poco, me fui hundiendo en los lodos de mi tristeza.
Pasaron semanas en las que el único contacto que tuve con el mundo real era cuando el cartero llamaba para dejarme algún que otro certificado o cuando el repartidor me traía el pedido del supermercado.
Dormía, lloraba, y de vez en cuando comía algo. Pero solo cuando el dolor de mi estómago vacío era mayor que el de mi corazón vacío.
El recuerdo de sus últimas palabras, no hacían más que flagelar mi espíritu una y otra vez, las oía una y otra vez; a veces, eran tan claras que parecía que estaba de nuevo allí, mirando desde la puerta.
Volvía con la única intención de volverme a humillar, de causarme dolor.
Una mañana, después de ducharme encontré en un cajón la camiseta que le regalé en sus cumpleaños.
No se la llevó. No quería que nada que le hiciera recordarme.
La tome entre mis manos como el que coge a un bebé, con miedo a que un movimiento brusco se desvaneciera.
Entre sollozos hundí mi cara en ella y entonces, extrañamente, me sentí excitada.
Su olor recorrió todos mis sentidos y mi cuerpo se estremeció como si lo tuviera frente a mí.
Era su aroma lo que me hacía sentirme así, el recuerdo que me traía.
Cerré los ojos y mi mente dibujó su cuerpo sobre el mío.

3 susurros...:

Bicho dijo...

Mola dibujar cosas con la mente. Las antiguas estan bien, las que nunca existieron mejor.

Niara dijo...

Las antiguas son reales, pero ya pasaron; las que nunca existieron seducen... en ellas puedes hacer lo que quieras.

libélula dijo...

En la vida el equibrio es imposible, básicamente porque nuestros deseos y pasiones (cuando se prolongan en el tiempo) nos enganchan tanto, que es difícil desprenderse de ellos para acabar tomando una decisión racional.

Y es que, el contigo ni sin ti está de puta madre y puedes echar polvos alucinantes y tener sensaciones al límite, de destrucción y de placer en susodicha destrucción...pero al final...pasa el tiempo y te digo que puedes encontrar a alguien que te penetre igual (en el más amplio sentido de la palabra) pero con el cual no sea tan tormentosa la relación.

Y aprender a querernos es aprender a no querer un tormento para nosotros.

Un beso desde los charcos.

 
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